domingo, 29 de septiembre de 2013

Cualtaco en los Pirineos con Migué

Llegada a Barcelona

Fueron meses de planificación, reuniones, ver las rutas, reservar
hoteles, hasta que llegó el dia de embarcarse en este nuevo viaje, por
un destino obligado para los moteros y envidiado por muchos, los
Pirineos.
En la casa de Rondamón, repasando la ruta

El día antes habían partido Camarón, Ojitos, Vampiro Luiggi y la Paty,
yo viajé con la delegación de Calera de Tango, Rondamón, Jordi, Popeye
y Cristián.

Todos nos fuimos con los trajes de moto puestos, y los cascos en la mano. Cualquier cosa puede perderse en el viaje, menos eso, el pasaporte y la Mastercard

El vuelo hasta Buenos Aires estuvo bien, en Ezeiza el desastre, atraso
de más de una hora, los cual nos dejaba sin tiempo de llegar a
Barcelona a recoger las motos. Nos entregamos no más a que el caos se
organizara solo.

Llegamos con el atraso previsto, pero que los otros no tenían porqué saber, así que estaban histéricos entreteniendo al tipo de IMT Bikes, que tenía que entregarnos las motos. En cuanto pude llamé a Migué para decirle en qué estábamos, y a Matias mi hijo para asegurarme que estuviera esperándonos. El también llevaba una hora y media en el aeropuerto, a la espera de los viajeros.
La foto la sacó Popeye

Ya en El Prat, con Matías



Por fin partimos al local de las motos,pero le dieron mal la dirección
para el GPS y cuando  no dimos cuenta del error, volvimos a llamar
para que siguieran esperándonos.
Cuento corto, dos horas de atraso para recoger las motos... el tipo no
quería mas guerra.

Matías siguió con el equipaje de todos y nosotros en las motos en
filita, ordenaditos como nunca, para no perdernos,  hacia el hotel,
cerca de la Barceloneta.

Migué, que de ahí para adelante sería el líder de la manada,
estableció que me quería siempre detrás de él, porque que se perdieran
los otros, no importaba, pero que se perdiera la Pinpon, eso si que
no, asi  que nos numeramos, para mantener el orden, y yo siempre fui
detrás de el.
Costó, pero llegamos después de cruzar Barcelona de lado a lado.
El primer incidente ocurrió al llevar las motos al estacionamiento del
hotel, que era subterráneo, con la entrada bien empinada y con una
puerta eléctrica que bajaba y subía.
Camarón que para este viaje podría llamarse Di Caprio, porque andaba
en una moto que parecia el Titanic, calculó mal, se fue por la parte
más empinada sin poder doblar bien, tuvo que parar, y el portón empezó
a bajar y lo atrapó. Podría haber sido peor si no hubiera sido por
Migué, que cual Superman sujetó el portón para que no siguiera bajando
y ayudó a Di Caprio a salir del lío.
 A mi por supuesto que Migué me bajó la moto.
 

Luego nos registramos, nos duchamos, nos instalamos y bajamos a la
terraza del hotel a tomar una cerveza, ¡que buena estaba!
Adivinarán que el clima y la temperatura  permitían estar en polera al aire libre.

En la terraza del hotel



Migué, el líder de la manada, Guaripola en lo sucesivo


Esa noche Matías alojó conmigo, aprovechamos de vernos unas pocas
horas y ponernos al día en persona de la vida de cada uno. Luego nos
fuimos a comer a otra terraza igual de agradable, donde empezamos a
deleitarnos con la gastronomía española.

Con Matias nos pedimos una lubina a la sal, plato típico de cataluña
una delicia. No todo la conocían, y Cristián que parece que “se
confundió”  (la cerveza tal vez, la emoción?), la rebautizó como Ludobina, jajajaja nos reímos mucho y
pensamos decirle Ludobino a él.
Nos fuimos a acostar felices de con toda le emoción y la ilusión de

esta aventura que está recién comenzando.

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