domingo, 29 de septiembre de 2013

De Cadaqués a Andorra, pasando por Carcassonne

De Cadaqués partimos mas o menos a la hora, con la promesa de volver algún dia a conocerlo con mas calma y detalle, ir a la casa de Dalí, ir a la playa...
Pasamos por varios pueblos costeros y paramos en uno antes de adentrarnos en los cerros y los caminos de montaña. Varios pensaron en vivir allá cuando se jubilen, "esto es calidad de vida! decían, poner un bar, lo que sea!!
CADAQUES

foto, foto, foto!!!








Los pueblos costeros españoles son blancos con techos rojos. En el límite con Francia paramos a sacar una foto, como no hacerlo si el líder nació en París!



Seguimos con las curvas y los cerros y yo me quedé con la idea que los caminos españoles son estupendos, bien mantenidos, mientras que los franceses, en general más deteriorados, con el pavimento más roto, a veces a punto de ser camino de tierra.

Los pueblos costeros franceses son amarillos con techos café, tonos ocre, básicamente. Nos fuimos alejando de la costa para adentrarnos en el Pirineo francés rumbo a Carcassonne, pueblo donde se emplaza un castillo magnífico, digno de conocerse.
El camino hacia allá se llama la ruta de los Castillos Cátaros, es bella!, los cerros, las curvas y como el camino de repente se transforma en una calle de los múltiples caseríos que de tanto en
tanto hay que cruzar.

Son caseríos antiguos, lo que uno llamaría comarca de las historias medievales, y donde las puertas de entrada de las casas dan al camino por donde uno pasa, y tienen maceteros con flores a modo de antejardín.
Me acuerdo especialmente de uno llamado Thèzon de Coubrere o algo así, mágico, un viaje al pasado. 
LLegamos a Carcassonne, hasta la entrada misma del castillo.
Estacionamos las motos con cierta dificultad, (bueno, los otros, a mi me la estacionan jijiji) ya que mucho espacio no había.




Como había que subir, y no era poco, y además con sol y calor, Camarón prefirió quedarse abajo y saltarse la visita al castillo. Popeye también desertó y entonces dejamos cascos, chaquetas,  bolsos ...y maletas con ruedas,  a cargo de los cuidadores.
Pero llegamos arriba y nos dimos cuenta que dentro del castillo hay una ciudad, callejuelas, casas, con restoranes, tiendas, hasta hotel.








Pensamos que era un crimen que no lo conocieran y bajé a buscarlos, además que nos habíamos entusiasmado con la idea de almorzar ahí en algún sitio.
Pero aunque hubieran querido, no podían subir por todas las cosas que quedaron a la vista,incluída la maleta con ruedas de Luiggi, amarrada con un pulpo…  asi que vuelta a subir a decirle a los demás que bajáramos a almorzar en otro lugar todos juntos.

Más de un refunfuño hubo, pero finalmente decidimos buscar algún lugar donde almorzar, y en ese trámite, la fila de motos se rompió en un semáforo y en la maniobra de reagruparnos, Cristián y yo nos quedamos irremediablemente atrás, perdidos definitivamente, en la salida de Carcassonne sin idea de dónde estaría el resto.

Asi que llamé a Migué  a su cel. que por suerte contestó, le expliqué donde estábamos y esperamos que llegara. Para facilitar el encuentro Cristián se paró en la rotonda de salida y yo una cuadra antes, para cubrir las dos alternativas por donde podía aparecer Migué, que por suerte se orientaba bien y supo cómo llegar a donde estábamos. Varias personas se nos acercaron ofreciendo ayuda.
A esa altura, el calor, el hambre y la tensión de la primera perdida del viaje no colaboraban mucho con los ánimos pero la alegría del reencuentro en no tanto tiempo, lo arregló todo y seguimos camino abuscar donde comer... y por supuesto que terminamos en un Mc Donald, esta vez francés, con un chico que quiso practicar su español y nos facilitó las cosas.

 En ese tramo, nos llovió  un poquito, a pesar de estar con sol... curioso
Al fin, un Mc Donald!!

Al rico Mc Donald



Después del Mc Donald tanqueamos (que significa echar bencina) y tuvimos problemas con las tarjetas, asi que las que funcionaban las ocupamos todos.


Harto ciclista. Parece que salen a practicar, en una explanada en la Col de Chioula, paramos a poner el logo de Cualtaco en el letrero y se nos acercó una sueca, Josephine, con la que intercambiamos algunas palabras, le llamó la atención el grupito, (era que no!!) y un pin de Suecia en mi chaqueta, lo que dio pie para contarle el viaje a Cabo Norte el año pasado.




El grupete


La Josephine


Nos ofrecimos buenos deseos recíprocos  en la ruta. Ella estaba empeñada en hacer 200 km porque eso la ayuda  con la diabetes que tiene (?¡) Iba con camarógrafo registrando su periplo, y nos pidió que gritáramos juntos ¡Josephine! para filmarnos.
Después nos despedimos y continuamos  el descenso

Seguimos camino por parajes igualmente lindos que los de la mañana, con caminos angostos, húmedos, en medio de bosques como de lengas. En una curva eso sí, harta gravilla suelta que nos hizo pasar más de un susto!

Juntos llegamos al camino a Andorra, un camino de montaña espectacular, ancho, bien construido, que no dan ganas que se termine.
En la cima, harto frío y viento, en algo recordaba el camino a Portillo. Paramos a abrigarnos, sacarnos fotos, no podía ser de otro modo, este era una especie de hito, todas las motos en el punto más alto de esa parte de Pirineos. 
En la punta del cerro, friiiio






Después de las fotos, comenzamos a bajar hasta que después de la aduana, que sólo se cruza, no se hace nada, entramos a Andorra, y luego hasta Andorra la Vella, donde estaba nuestro hotel.
 Llegamos de noche, tomando todas las precauciones para no perdernos y conseguimos llegar todos juntos.

El hotel era tan barato que todos prefirieron dormir solos para no tener que  compartir con los roncadores jajaja!!
Yo no tenía ese problema porque compartía la pieza con la Paty.


Nos dieron un welcome drink, una copa de champaña, que en realidad eran 2 o 3 si uno quería porque el barman, Sebastian, argentino, no se hacía ni medio problema con esta manga de gente loca que de repente irrumpió en este tranquilo refugio de montaña.

Salimos un poquito copeteados a buscar donde comer (a pie obvio) a una hora en que casi todo había cerrado.Con Luiggi, los Batistes y Cristian nos metimos a uno que nos tincó mucho,y no nos equivocamos.
Comimos pato confitado, una delicia, con un vino francés que estaba muy muy bueno. Los otros se fueron a una pizzeria donde nos encontramos más tarde para la sobremesa.
Fue un día lleno de emociones, larguísimo, intenso. Y mucho no hemos dormido, pero cada minuto ha valido la pena

1 comentario:

  1. Excelente relato Pin Pon...es como leer un libro de aventura...me encanto!!! Mas mas
    Pati

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