Los nombres de las ciudades en Colombia son muy raros, muy ajenos y muy locales, por lo mismo, cuesta retenerlos.
Nos esperaban 400 Km hasta el destino del día, lo que sumado a la experiencia real en las rutas, hacía esperar un viaje laaaargo, trabado y exigente.
Pero no, muchos de los tramos fueron por autopista, de bastante buen standard, (nunca como Chile... no se confundan) por lo que el día fue más que agradable.
Pero no, muchos de los tramos fueron por autopista, de bastante buen standard, (nunca como Chile... no se confundan) por lo que el día fue más que agradable.
Tomamos desayuno cada uno en su respectivo hotel, yo lo tomé sola en la terraza al lado de la vereda, y desde ahí vi cuando Ojitos traía su moto desde el estacionamiento del hotel del frente.
La idea era traer las motos, cargarlas, y volver al estacionamiento para reunirnos y partir.
La Olga había partido temprano al aeropuerto para tomar su vuelo a Bogotá.
La Olga había partido temprano al aeropuerto para tomar su vuelo a Bogotá.
Partimos a las 9:30, sin nada de abrigo, ya que el calorcito se hacía sentir desde temprano.
Pasamos a una bomba más o menos cerca del hotel a echar bencina, y Cristián quiso revisar y lubricar la cadena de su moto... con un calor heavy.
Yo entré a la tienda acaloradísima, y exclamé algo así como "estoy toda caliente!" para sorpresa/estupor de los clientes jajajajaja. Me refería a la ropa que casi quemaba en contacto con la piel.
Así que el aire acondicionado ahí dentro fue salvador.
Cuando Cristián terminó con el asunto de a cadena, reanudamos viaje.
La salida de Santa Marta fue bastante fácil, no había tanto tráfico y nos dirigimos hacia la autopista llamada Ruta del Sol, relativamente nueva, un poco mejor que nuestra Autopista del Sol, al menos desde el punto de vista del paisaje. Es un gran proyecto, de 900 Km aprox. que aún está en desarrollo, que ha tenido más de un inconveniente con el consiguiente retraso por asuntos como Odebrecht y similares.
La salida de Santa Marta fue bastante fácil, no había tanto tráfico y nos dirigimos hacia la autopista llamada Ruta del Sol, relativamente nueva, un poco mejor que nuestra Autopista del Sol, al menos desde el punto de vista del paisaje. Es un gran proyecto, de 900 Km aprox. que aún está en desarrollo, que ha tenido más de un inconveniente con el consiguiente retraso por asuntos como Odebrecht y similares.
Mientras me levantaba ese día vi en la tele la noticia de un accidente de dos camiones en esa ruta. Y claro, cuando pasamos por el lugar, estaban los camiones volcados.
La autopista está cortada y con desvíos tanto por la construcción misma, como por las pasadas de los pueblos, que me hace pensar que dejan para el final los tramos que dejarán sin tráfico los lugares que por ahora son pasada obligada, para no afectarlos tanto en su actividad comercial, que no es poca, ahí mismo en la mitad de la calle.
También me pareció que pasamos por menos pueblos que en días anteriores, con los lomos de toro, los enjambres de motos chicas, el gentío, los camiones, la bulla y la congestión.
Y por supuesto, los infaltables peajes, a los cuales ya estaba más o menos acostumbrada, y que salvo uno, no revistieron mayor dificultad.
Osea el día fue más que agradable desde el punto de vista de la ruta.
Y que decir del paisaje, a ratos como un jardín, a ratos como selva, impresionantemente hermoso!
Como a las dos horas de camino paramos en un sitio tipo café o tienda de bencinera.
Había café gratis, muy rico además, una grata sorpresa. Algunos compraron helados, otros agua, nos refrescamos, nos mojamos la ropa para soportar mejor el calor, aunque fuera un rato.
Seguimos camino rodeados de vegetación exuberante, selva se diría, que llegaba hasta el borde mismo de la mini berma o derechamente de la calzada. Una belleza, la imagen que uno tiene del trópico, en todo su esplendor.
Algunos kilómetros más adelante vino un peaje maldito, que a mi me pareció muy difícil, muy estrecho, no quise arriesgarme, y le pedí al Popeye que me pasara la moto. En la maniobra, los demás siguieron y nos separamos por largo rato.
Más adelante vimos que el Rana había pasado a echar bencina, cosa rara que el estanque no le alcanzara para lo mismo que los demás, así que nos fuimos leeeento esperando que nos alcanzaran.
Eso fue bueno porque a esa velocidad se podía admirar el paisaje, los árboles, la vegetación, con mas detención y disfrutarlo más.
Eso sí la temperatura subía implacablemente, hasta que llegó a 39º.
En la pasada de uno de los pueblos, cuando el grupo ya se había reunido, tuvimos que pasar por la berma, porque había un tremendo camión en pana bloqueando todo el camino. Tenía el caos porque estaba obstaculizando las dos pistas de un cruce de calles, con todo el tráfico parado. Pero nosotros pasamos.
En el camino la Marcella capturó la imagen de un lugar donde crían y venden búfalos para carretas. Eso si que es novedoso!
Bufalera Afrika se llama.
Después de eso pasamos a echar bencina todos juntos, y como era hora de almuerzo, y faltaba muy poco para llegar, poco más de 100 Km., decidimos hacer un arito para tales fines.
El calor y el sol en el justo sobre nuestras cabezas hicieron que estuviéramos mucho rato en la sombra que proyectaba el techo de la gasolinera.
Ojitos había estacionado su moto lista para partir en dirección al camino, pero tan mal ubicada que bloqueaba la salida de un megacamión que también estaba en la bomba.
Asi que tuvo que ir a moverla.
En el sitio deambulaban libremente algunos chanchos, no muy domésticos porque arrancaban si uno se acercaba. O a lo mejor tan domésticos que advierten el peligro implícito de un humano consumidor de cerdo aproximándose.
En el siguiente pueblo, había una fila de camiones haciendo taco. Yo me tiré a adelantar por la izquierda, pero no había visto lo larga que era la cola y lo pegados que iban (allá manejan con muy poca distancia unos de otros) lo que no daba margen para volver a meterse entremedio, y más encima venía una fila ídem en contra.
Cuento corto, pasé casi toda la calle principal, con los correspondientes lomos de toro y los vendedores ambulantes en ellos, entremedio de las dos filas, con camiones a lado y lado.
Más adelante, en otro pueblo, me tiré por la derecha para adelantar los camiones, con tan mala suerte que iba un auto ocupando más de la mitad de la berma, y me trancó.
Los demás fueron adelantando por la izquierda, y yo, que me había avivado, terminé pasando última.
Y qué más ad hoc para Cualtaco jajajaja, que valoramos muy positivamente la posibilidad de echarse a descansar después de almuerzo en los paseos.
La comida, lo típico, carne o pollo con arroz, patacones y una ensalada minúscula.
Ese tramo, los últimos 100 Km. estuvo muy bueno. El camino razonablemente bien, el paisaje selvático precioso, y comparativamente, muy poco tráfico.
Los pueblos y peajes, aceptables.
Y para hacerlo mejor, un buen chaparrón de lluvia tropical que nos refrescó. Fue muy agradable.
Como a las 4 ya estábamos llegando, entramos por una avenida de dos pistas por lado con plazoleta central.
El hotel quedaba cerca de la carretera, así que no había que entrar a la ciudad.
Dejamos las motos en la vereda, pero hubo que llevarlas al parking. Migué se encargó de la mía porque se dio cuenta de lo difícil que me resultaba darla vuelta en la vereda, en un espacio muy reducido. Gracias Migué!
Nos atendieron muy bien, nos dieron las habitaciones, nos acomodamos y nos fuimos a la piscina.
Este hotel, el Morrocoy, lo eligió Migué, porque ya lo conocía y por la piscina. El sabía lo mucho que agradeceríamos poder darnos un chapuzón después de sacarnos los cascos y la ropa de moto.
Morrocoy es un tipo de tortuga, y por lo mismo, toda la estética de la decoración alude a dicho especimen.
De hecho, en la entrada al hotel hay una a escala mucho mayor que la real, más parecida a las tortugas gigantes de las Islas Galápagos.
Hasta los números y los llaveros de las habitaciones tenían figuras de la tortuga de patas rojas.
Nos encontramos en la piscina, que por supuesto tiene una tortuga dibujada en el fondo, solo para nosotros, con unas cervezas.
Claro que luego llegó un encargado a decirnos que no se permitían bebidas en el área de la piscina.
Hicimos fotos y videos submarinos, y una competencia de natación. Migué empató con el Rana y yo hice un digno papel, ya que taaanta ventaja no me sacaron.
Al ir terminando el día acordamos comer algo en el mismo hotel.
Nos juntamos en el mini comedor todos menos Camarón, a comer "algo liviano".
Yo pedí alitas de pollo, que a mi entender, tenía que ser como un snack, resultó ser un cerro de comida!
Y todos los platos por el estilo, como para 3 o 4.
Pero bueno, se hizo lo que se pudo, y nos fuimos a acostar no tan tarde, ya que al otro día tocaba madrugar para llegar a Bogotá, ojalá antes que oscureciera.
La autopista está cortada y con desvíos tanto por la construcción misma, como por las pasadas de los pueblos, que me hace pensar que dejan para el final los tramos que dejarán sin tráfico los lugares que por ahora son pasada obligada, para no afectarlos tanto en su actividad comercial, que no es poca, ahí mismo en la mitad de la calle.
También me pareció que pasamos por menos pueblos que en días anteriores, con los lomos de toro, los enjambres de motos chicas, el gentío, los camiones, la bulla y la congestión.
Y por supuesto, los infaltables peajes, a los cuales ya estaba más o menos acostumbrada, y que salvo uno, no revistieron mayor dificultad.
Osea el día fue más que agradable desde el punto de vista de la ruta.
Y que decir del paisaje, a ratos como un jardín, a ratos como selva, impresionantemente hermoso!
Como a las dos horas de camino paramos en un sitio tipo café o tienda de bencinera.
Había café gratis, muy rico además, una grata sorpresa. Algunos compraron helados, otros agua, nos refrescamos, nos mojamos la ropa para soportar mejor el calor, aunque fuera un rato.
Seguimos camino rodeados de vegetación exuberante, selva se diría, que llegaba hasta el borde mismo de la mini berma o derechamente de la calzada. Una belleza, la imagen que uno tiene del trópico, en todo su esplendor.
Algunos kilómetros más adelante vino un peaje maldito, que a mi me pareció muy difícil, muy estrecho, no quise arriesgarme, y le pedí al Popeye que me pasara la moto. En la maniobra, los demás siguieron y nos separamos por largo rato.
Más adelante vimos que el Rana había pasado a echar bencina, cosa rara que el estanque no le alcanzara para lo mismo que los demás, así que nos fuimos leeeento esperando que nos alcanzaran.
Eso fue bueno porque a esa velocidad se podía admirar el paisaje, los árboles, la vegetación, con mas detención y disfrutarlo más.
Eso sí la temperatura subía implacablemente, hasta que llegó a 39º.
En la pasada de uno de los pueblos, cuando el grupo ya se había reunido, tuvimos que pasar por la berma, porque había un tremendo camión en pana bloqueando todo el camino. Tenía el caos porque estaba obstaculizando las dos pistas de un cruce de calles, con todo el tráfico parado. Pero nosotros pasamos.
En el camino la Marcella capturó la imagen de un lugar donde crían y venden búfalos para carretas. Eso si que es novedoso!
Bufalera Afrika se llama.
Después de eso pasamos a echar bencina todos juntos, y como era hora de almuerzo, y faltaba muy poco para llegar, poco más de 100 Km., decidimos hacer un arito para tales fines.
El calor y el sol en el justo sobre nuestras cabezas hicieron que estuviéramos mucho rato en la sombra que proyectaba el techo de la gasolinera.
Ojitos había estacionado su moto lista para partir en dirección al camino, pero tan mal ubicada que bloqueaba la salida de un megacamión que también estaba en la bomba.
Asi que tuvo que ir a moverla.
En el sitio deambulaban libremente algunos chanchos, no muy domésticos porque arrancaban si uno se acercaba. O a lo mejor tan domésticos que advierten el peligro implícito de un humano consumidor de cerdo aproximándose.
En el siguiente pueblo, había una fila de camiones haciendo taco. Yo me tiré a adelantar por la izquierda, pero no había visto lo larga que era la cola y lo pegados que iban (allá manejan con muy poca distancia unos de otros) lo que no daba margen para volver a meterse entremedio, y más encima venía una fila ídem en contra.
Cuento corto, pasé casi toda la calle principal, con los correspondientes lomos de toro y los vendedores ambulantes en ellos, entremedio de las dos filas, con camiones a lado y lado.
Más adelante, en otro pueblo, me tiré por la derecha para adelantar los camiones, con tan mala suerte que iba un auto ocupando más de la mitad de la berma, y me trancó.
Los demás fueron adelantando por la izquierda, y yo, que me había avivado, terminé pasando última.
Y qué más ad hoc para Cualtaco jajajaja, que valoramos muy positivamente la posibilidad de echarse a descansar después de almuerzo en los paseos.
La comida, lo típico, carne o pollo con arroz, patacones y una ensalada minúscula.
Quise ver si las hamacas eran realmente cómodas y fui a probarlas. Estaba de lo más relajada cuando llegó Camarón a echarme vuelo, mucho más del compatible con el relajo... es muy pesao!!
Ya repuestos del hambre y del calor, seguimos hacia Aguachica. La temperatura llegó a los 35º, pero no lo recuerdo como algo terrible.Ese tramo, los últimos 100 Km. estuvo muy bueno. El camino razonablemente bien, el paisaje selvático precioso, y comparativamente, muy poco tráfico.
Los pueblos y peajes, aceptables.
Y para hacerlo mejor, un buen chaparrón de lluvia tropical que nos refrescó. Fue muy agradable.
Como a las 4 ya estábamos llegando, entramos por una avenida de dos pistas por lado con plazoleta central.
El hotel quedaba cerca de la carretera, así que no había que entrar a la ciudad.
Dejamos las motos en la vereda, pero hubo que llevarlas al parking. Migué se encargó de la mía porque se dio cuenta de lo difícil que me resultaba darla vuelta en la vereda, en un espacio muy reducido. Gracias Migué!
Nos atendieron muy bien, nos dieron las habitaciones, nos acomodamos y nos fuimos a la piscina.
Este hotel, el Morrocoy, lo eligió Migué, porque ya lo conocía y por la piscina. El sabía lo mucho que agradeceríamos poder darnos un chapuzón después de sacarnos los cascos y la ropa de moto.
Morrocoy es un tipo de tortuga, y por lo mismo, toda la estética de la decoración alude a dicho especimen.
De hecho, en la entrada al hotel hay una a escala mucho mayor que la real, más parecida a las tortugas gigantes de las Islas Galápagos.
Hasta los números y los llaveros de las habitaciones tenían figuras de la tortuga de patas rojas.
Nos encontramos en la piscina, que por supuesto tiene una tortuga dibujada en el fondo, solo para nosotros, con unas cervezas.
Claro que luego llegó un encargado a decirnos que no se permitían bebidas en el área de la piscina.
Hicimos fotos y videos submarinos, y una competencia de natación. Migué empató con el Rana y yo hice un digno papel, ya que taaanta ventaja no me sacaron.
Al ir terminando el día acordamos comer algo en el mismo hotel.
Nos juntamos en el mini comedor todos menos Camarón, a comer "algo liviano".
Yo pedí alitas de pollo, que a mi entender, tenía que ser como un snack, resultó ser un cerro de comida!
Y todos los platos por el estilo, como para 3 o 4.
Pero bueno, se hizo lo que se pudo, y nos fuimos a acostar no tan tarde, ya que al otro día tocaba madrugar para llegar a Bogotá, ojalá antes que oscureciera.
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