lunes, 25 de marzo de 2019

Cualtaco en USA en la Ruta 66. Día 6 El Gran Cañón del Colorado.

Nos levantamos más o menos temprano, para salir a conocer el único accidente geográfico que se ve desde la estratósfera. Fue declarado patrimonio de la humanidad en 1979.
Es una enorme garganta, con grandes acantilados, por donde transcurre el río Colorado en el norte de Arizona.
Mide 446 Km de largo, entre 6 y 29 Km de ancho, con una profundidad de 800 m aproximadamente, con un punto de profundidad máxima que llega a 1857 m.

Hay mucho videos en Youtube que muestran cómo se supone que se formó, y las teorías al respecto. De hecho, se supone que gran parte estuvo bajo el mar, hasta que la corteza terrestre se reacomodó quedando como lo que es hoy
Por suerte la Mary se había recuperado, y se sentía bien.Y también el Vampiro, que estaba full operativo.
Bajamos a tomar un café al lobby donde había unas mesitas con sillas y una máquina de café como autoservicio.
A nosotras nos quedaban unas galletas y unos brownies del Starbucks de Las Vegas, así que con eso improvisamos el desayuno.
Nos abrigamos harto, porque a pesar de que había sol. Había una nubosidad alta, pero estaba soleado; técnicamente seguíamos en invierno y la temperatura debe haber sido de 10º.
La partida era a las 9, pero nos atrasamos porque la Marcella había perdido sus anillos, (cosa muy normal cuando todos los días haces y deshaces maletas y partes de un sitio a otro), y el Vetu no encontraba su pasaporte.
Podía ser que lo hubiera dejado en el restorán la noche anterior, pero a esa hora estaba cerrado, como para preguntar.
Además como habíamos dejado las motos ordenaditas al frente del hotel el día anterior, yo me empeñé en sacar una foto grupal antes de que el caos se impusiera. La escena era demasiado buena como para perderla.


Fuimos a la bomba colindante con el hotel, que está ambientada como las bombas antiguas.



Dicen las malas lenguas que Ojitos se fue a los surtidores viejos, en desuso, y solo decorativos, y que le costó cachar como se operaban. Después se fue a la bomba correcta.
A las 9:40 emprendimos rumbo al Grand Canyon National Park.
Pudimos ver el pueblo con luz de día el pueblo, con toda sus peculiaridades y ese ambiente que se resiste a la modernidad y mantiene una cierta estética y modo de vida anclado en los orígenes culturales y étnicos. Mezcla de gringos con las tribus Mojave, y la antigua población mexicana.
Son 3000 habitantes con 35% de latinos.







Después de cruzar el arco con el nombre del pueblo a la salida del mismo, seguimos por un camino recto y poco transitado.

Yo me imaginaba que habría que subir, que el camino era como el camino a Portillo. Craso error.
Es tan grande que la subida supongo que empieza antes de Williams y que es imperceptible.
A ambos lados de la calzada había nieve acumulada, y estaba bien fresco.
El camino muy bonito, con bosques de pino no muy tupidos a lado y lado.








Pasamos por Tusayan, un poblado a menos de 5 Km del Parque, en el que después, a la vuelta, paramos a almorzar.


Nos demoramos re poco en llegar a la entrada del parque. un poquito de cola para entrar. En la caseta de acceso piden el la licencia de conducir y se pagan 30 USD las motos y 35 USD los autos, lo que permite entrar al parque todas las veces que uno quiera, por un plazo de 1 semana.





Había que seguir todavía unos kilómetros hasta el Visitor Center.

Buscamos un estacionamiento, lo cual no fue tan fácil porque ya estaban bien llenos, pero nada en comparación con lo que sería cuando nos fuimos en la tarde.
Estacionamos las motos y el auto más o menos cerca, guardamos los cascos, algunos las chaquetas.

Camarón no se quiso sacar el casco porque le daba frío, y se lo dejó puesto. La gente lo miraba con cierta intriga/desconfianza porque se veía muy raro jajajajaja.


Nos fuimos directamente al baño. si que había cola. Me llamó la atención mucha gente, incluídos niños muy desabrigados para el frío que hacía.
Después partimos a lo que parecía ser el área de informaciones y servicios turísticos.


El parque en sí es enorme, 4.926 Km 2 incluye grandes áreas con cabañas como para quedarse varios días y también áreas de camping y casas rodantes y motorhomes, correos, hoteles, banco, clínica, taller mecánico, aparte de las instalaciones típicamente turísticas, como oficina de informaciones, cafeterías y restoranes y una estación de tren.

Después del baño nos fuimos a la oficina de informaciones para ver de qué se trataba todo, y planear la visita.
Hicimos la cola y una gringa muy amable nos explicó como movernos.
Acto seguido nos dirigimos a los miradores que están muy cerca de donde dan la info a los visitantes.


En ese primer encuentro con esta maravilla natural quedé padentro... a pesar de haber visto muchas fotos y videos, quedé como en estado de shock, sobrecogida, extasiada, capturada por la inmensidad y la grandiosidad de la vista. Es que es indescriptible, hay que vivirlo.
No solo es inmenso, sobrecogedor, es de una belleza inconmensurable.
Yo creo que a todos nos pasó más o menos lo mismo, era infinitamente más que lo que esperaba y cuesta apartar la vista y seguir el recorrido.
Sacamos montones de fotos que salieron todas lindas, pero que no logran transmitir la experiencia de estar ahí.






Seguimos al segundo mirador, aquí sacamos más fotos, el Mati posó en una postura de yoga con el Cañón como telón de fondo.
Deben haber quedado muy buenas!





Volvimos al Visitor Centre y al Bus Stop para tomar el bus que nos conectaría con el circuito rojo, que era el que íbamos a hacer.


Al muy poco rato llegó el bus azul, que es el de acercamiento. Casi no había cola, de hecho creo que éramos sólo nosotros en esa parada, pero Ojitos se había quedado atrás, y no venía.  Le rogamos al conductor que esperáramos un poco para no dejarlo abajo. En relidad, todos nos hubiéramos quedado abajo y tendríamos que haber esperado el siguiente bus. El chofer paletiado, nos esperó.
Cuando lo vimos aparecer, le gritamos y le hicimos señas para que se apurara y llegó corriendo para abordar el bus.
Partimos felices, con todas las ganas de sacarle el jugo al recorrido.

Cada uno de las paradas tiene algo particular. Ningún mirador es igual a otro y en todos se ve algún rincón o algún detalle diferente. Eso también es muy llamativo.
En cada parada nos bajábamos, y seguíamos quedando boquiabiertos cada vez. El día ya no estaba tan frío, tampoco hacía calor, y estaba muy agradable para caminar.




Las fotos, todas lindas, con las imágenes propias de cada parada, Mather Point, Yaki Point, Hopi Point.








Daba gusto lo bien pensado y organizado que está todo, los buses, los miradores, las rutas de senderismo.



En uno de los miradores, donde el camino está ensanchado, había un tour en bicicleta. Ciclistas de todas las edades escuchaban las instrucciones del guía.

En una de las paradas de buses nos dimos cuenta que había un tren desde Williams, en el que se puede llegar al porque y volver al pueblo.
Pero tiene mucho más glamour haber llegado en moto a este increíble lugar.
Habíamos pensado en almorzar en un sitio que yo había visto en videos del parque, en una zona que llaman Village, y que yo pensaba que quedaba al final del recorrido. Pero no, al final del recorrido esta Hermit´s Rest, que es una cafeteria chica y tienda ídem llena de gente a esa hora, algunos comiendo en las escalinatas.

Nada que ver con lo que yo había visto, una especie de gran terraza, tipo patio de comidas, con toldos blancos, muy espacioso y muchas mesas donde acomodarse.
En vista de esto, decidimos volver a las motos, no hacer la ruta naranja, por la hora, y buscar en el camino donde comer algo.
Las horas que estuvimos allá pasaron volando.
Así lo hicimos.


En el primer tramo, en un bus rojo, pudimos ir recapitulando la ruta que habíamos hecho embelesados por la magia del Gran Cañón.
Nos bajamos en el paradero del bus azul para volver al parking.
Ese paradero es bien sui generis. Había harta gente, en una fila de ida y vuelta, pero todos sentados en bancas, como haciendo que la espera no fuera tan cansadora, considerando que la mayoría venía de haber estado caminando mucho rato. Además el sol algo calentaba, asi que no se hizo tan terrible.
El bus azul se fue parando en varios sitios donde están las cabañas para ir recogiendo turistas.
Llegamos a las motos y nos volvimos por donde habíamos venido.
Al poco rato, llegamos a un poblado al lado de la carretera, llamado Tusayan, que parecía tener algún sitio donde comer.
Nos dirigims hacia allá, dimos un par de vueltas y elegimos una steak house para almorzar.
Vetu siguió hacia Williams porque todavía tenía que ver qué pasaba con su pasaporte.
El nombre del lugar era Yippi-Ei-O! Steak house, que resulta significativo para los gringos y muy freak para nosotros. Yo creo que Vigilante lo pronunciaría perfecto, y además le evocaría el sentimiento correcto.

Es un restorán típico gringo, atendido por mexicanos, con manteles plásticos con diseño de cuero de vaca y decoración inspirada en la vida de los vaqueros.
Le achuntamos medio a medio. La comida estaba muy buena! Yo me comí unas ribs barbecue inolvidables.



Y nos hicieron cuentas separadas sin ninguna dificultad.
Después de almorzar seguimos camino a Williams.


A todo esto, Camarón que se había ido temprano por el frío, antes del recorrido, no perdió su tiempo.
Se devolvió a Williams por otro camino, por Cameron, detrás de los buses que hacían paradas en el camino.
En las paradas miraba el entorno y sacaba fotos.
Y recorrió Williams Este, que es una especie de pueblo del lejano oeste congelado en el tiempo, incluídas cárcel y cantinas.
Pasó a la oficina del sheriff a preguntar por el pasaporte extraviado, pero no estaba ahí.
Disfrutó mucho de su recorrido.
Y se encontró con el Vetu, que si lo había encontrado en el restorán de la noche anterior.
Llegamos Williams cuando ya estaba oscureciendo y hacía mucho frío.
Con las chicas fuimos echar bencina a la moto y al auto. Habíamos quedado en cargar combustible y dejar todo listo para salir a las 8. 
La tirada era larga y con tramos lentos hasta Palm Springs, la última parada antes de llegar de vuelta a Los Angeles.
Después de eso nos fuimos con Camarón y la Marcella a un Starbucks que estaba dentro de un supermercado, al lado del hotel.
El supermercado enorme y muy ordenadito.
Nos pedimos los cafés y al poco rato llegaron los Vetus.
Estuvimos un rato conversando y nos volvimos al hotel.
Nos fuimos a acostar con mucho frío y pronóstico de 50% de probabilidades de nieve durante la noche y la madrugada.
Yo prefería pensar en el otro 50%, el que no nevara.

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