Amanecimos en Cafayate con la noticia de que los Paparazzi habían llegado bien a Mendoza, a las 3 de la mañana. Había sido un viaje súper agotador, casi 600 Km, y la mayor parte de noche, ya que había partido cerca de las 19, por todo el lío de las eslingas y de subir y asegurar la moto. Los pobres llegaron reventados pero llegaron bien. A primera hora Paparazzi había llevado la moto al taller para revisión y diagnóstico.
Yo me equivoqué con la hora de salida, quedé con la idea de que había que estar partiendo a las 8:30 porque si bien no eran tantos Km., había a muchas paradas en lugares imperdibles.
Asi que a las 8:20 yo ya tenía mi moto cargada, lista para salir, y estaba tomando desayuno súper apurada para no atrasarme, resignada a tomarme el café y nada más. Pero no, la salida era a las 9:30, así que pude desayunar con toda calma, mientras l@s demás iban apareciendo en el comedor. El desayuno bien bueno, y el comedor muy bonito y agradable, parecido a las típicas confiterías de Buenos Aires.
Sacar las motos del estacionamiento fue toda una faena y trabajo en equipo, ya que había que bajarlas hacia atrás por la pendiente del estacionamiento. Además la del Vampi estaba bien encerrada con un auto. Pero se pudo.
Pasadas las 9:ritmos a la YPF a echar bencina. Nos habíamos abrigado convenientemente ya que estaba bastante fresco, apenas 10º.
Cafayate es bastante más grande de lo que pensaba y de lo que recordaba de la vez anterior. Pasamos por muchas viñas, con entradas bien imponentes. Esa parte del camino es bien bonita por todo el verdor y la sensación de zona fértil y pujante.
Después nos adentramos en un camino entre cerros con algunas curvas suaves, para luego de unos 40 minutos de viaje más o menos llegamos a la mejor parte.
La zona llamada Guachipas, específicamente el Parque Natural Quebrada de las Conchas, donde se encuentran una cantidad de macizos pétreos increíbles, en un paisaje de montañas color terracota.
En 2017, cuando anduvimos por acá (ver blog) no paramos en el camino, ya que íbamos a almorzar en Cafayate para seguir a Catamarca. Pero si nos llamaron mucho la atención las formaciones rocosas cada una con su nombre propio.
Asi que esta vez era muy bueno poder parar, mirar con calma y admirar el paisaje circundante. Lo primero fue El Castillo, que se ve desde el camino.
Después paramos en El Obelisco, donde nos sacamos las fotos correspondientes.
Luego vino la parada en la roca El Sapo, también muchas fotos. Había un letrero de “no escalar” al cual Camarón hizo caso omiso, y subió por una ladera.
Camaron |
Luego paramos en el Mirador 3 Cruces, al cual había que subir unos 50 metros muy empinados. Con traje de moto y los años a cuestas no resulta tan fácil pero llegamos arriba justo cuando no había nadie.
La vista espectacular, de las montañas y del valle encajonado entre los cerros con un río cruzándolo. Por supuesto que Camarón no quiso hacer la subida. Cuando bajamos ya se había ido. Le compramos unas cositas a una artesana que tenía su puesto a la bajada del mirador, donde ofrecía colgantes pulseras y anillos de piedras de la zona. Ya no me acuerdo que piedra era la que yo le compré, una rosada, bien bonita.
Cruzamos la calle y caminamos al Anfiteatro. Eso sí que es otro planeta! Es como un paisaje marciano. A la entrada hay una letrero explicando que es un lugar sagrado de la comunidad indígena Suri Diaguita Kalchaki, centro de observación y estudios de la cosmovisión diaguita y una puerta al supramundo. Con personalidad jurídica de la provincia de Salta. Organizada e institucionalizada la comunidad indígena. Chúpate esa!!
Recorrimos el lugar que, más allá de cualquier cosmovisión, es impactante. A mi me despierta una curiosidad más bien geológica de cómo se habrá formado esa roca como plegada en vertical.
El camino era bien bonito, no tan desértico, y con hartas curvas. La temperatura no subió de 14º, estaba nublado. Mejor, para ir recorriendo el camino más bien trabado. Nos cruzamos con una larga fila de autos antiguos, curioso panorama en esos parajes.
Paramos en una YPF en la localidad de Cerrillos, en las afueras de Salta, a cargar combustible y comer algo para seguir camino.
Costó un poco salir de la ciudad, el plan era usar la circunvalación para no entrar a la ciudad.
Como casi siempre había desvíos por arreglos, y eso hace que los GPS se mareen, por lo cual nos tuvimos que dar un par de vueltas incluido un viraje con Ceda El Paso en pendiente imposible de 60º, hasta que llegamos a la ruta correcta camino a Jujuy. Al poco rato entramos en algo que parecía el comienzo de una cuesta, de dos pistas normales, hasta ahí todo bien. Después vino la realidad. Era una cuesta eterna, la llaman Cuesta de las 1000 curvas, por algo será. El nombre oficial es Las Cornisas.
Pero no eran las curvas lo sorpresivo, sino que el camino a poco andar se transformó en una calzada de una pista con suerte y con tránsito en ambos sentidos, por donde transitaban camiones medianos y buses!! No pasaban 100 metros y ya venía la siguiente curva, sin saber si venía algo en contra.
El paisaje eso sí hermoso. Una especie de selva tupida con este camino en el medio. A ratos hubo como unos claros, con el camino plano, que parecía ser el final de la montaña rusa. Pero no, seguían las curvas y el camino enano. En algunas curvas y mini puentes había letreros advirtiendo que había que pasar de a uno por vez. El Vampi se adelantó y Camarón me escoltó y acompañó todo el camino.
Calculamos que anduvimos en ese camino como una hora... a la bajada, la cuesta que oficialmente es parte de la Ruta 40, termina en un embalse, La Ciénaga. ¡Todo por allá se llama La Ciénaga! que poco ocurrentes! Ahí nos esperaba el Vampi, y paramos a sacar fotos.
La entrada a Jujuy es bastante caótica. Muchas salidas a diferentes barrios, y mucho tráfico por calles estrechas. Me recordó a Potosí. El hotel no tenia estacionamiento propio, asi que tuvimos que ir a un estacionamiento pagado como a una cuadra, que tenía una especie de convenio con el hotel. Dejamos las motos y volvimos para registrarnos. Camarón me ayudó con el bolso que cada dia yo sentía que pesaba más jajajaja.
Con esta reserva me había equivocado en la fecha, pero me di cuenta cuando ya había expirado el plazo para hacer cambios sin cobro. Igual la modifiqué, y volvía a equivocarme!! y tuve que modificarla por segunda vez... sin comentarios. Asi que ni siquiera estaba segura de tener reserva, aunque tuviera que pagar por la noche que no ocupé. Pero no pasó nada de eso, tenía la reserva OK para esa noche, y sin cobros extra por las modificaciones.
Nos fuimos a las habitaciones. Por supuesto que los Vampis ya figuraban cambiados de ropa recorriendo los alrededores. Nos duchamos, nos cambiamos, y quedamos de juntaros a las 19:15 en La Cabrera, el mismo de acá De Santiago, a menos de una cuadra del hotel.
Salimos abrigados porque estaba bien helado, a penas 13º. A las 19:15 nos avisaron que abrían a las 20. Por suerte aún no salíamos. Era para puro helarse en la puerta del restorán. Los vampis si esperaron afuera, como gatos mirando la carnicería. Parece que inspiraron compasión y les abrieron antes de las 20.
Cuando llegamos con la Sonia y Camarón, ya estaban esperándonos en una mesa.
Nos sentamos y al toque apareció, solícito como son los argentinos, el mozo que nos atendería. Jorge se llamaba él, y fue capaz de retener los pedidos de carnes, el punto de las mismas y los acompañamientos, aparte de las cervezas y el vino que pedimos.
Nuestra expectativa era grande, en base a la experiencia de La Cabrera, acá en Santiago, en las zonas pitucas de la capital.
No resultó como esperábamos... Camaron se pidió un bife de 800 gr que encontró muy cocido. Yo fui con unas costillas barbecue, muy picantes para mi gusto.
Pero la atención y el despliegue de Jorge en el servicio, 10 puntos!
Volvimos al hotel con un frío que calaba los huesos. Quedamos en juntarnos al desayuno a las 8:30 y en el estacionamiento para partir a las 9:30
Un gran gran día!! Lindos paisajes, buen camino, su cuota de adrenalina en las Cornisas y la mejor compañía que se pueda imaginar. Grande Cualtaco!!
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