El camino de Copenhague a Estocolmo se hizo muy agradable y para nada
cansador, a pesar de los 670 Km que son.
El día despejado, soleado, lo cual mejora mucho el paisaje. La primera
expectativa estaba puesta en el puente Öresund, que une Dinamarca con
Suecia, entre las ciudades de Copenhague y Malmö.
Y realmente es para dejar con la boca abierta. Es enorme, y lindo. Fue
muy emocionante pasarlo manejando las motos, nos íbamos comentando eso
a medida que avanzábamos lo mas lento que el tráfico lo permitía. Lo
mismo con el túnel submarino que es parte de esta obra monumental de
ingeniería.
A la salida se entra a Suecia y se paga un peaje de 23 €, que por lo
demás es el único peaje que pagamos en los casi 7000 km que anduvimos.
La segunda expectativa era el edificio Turning Torso de Santiago
Calatrava, en Malmö, una belleza y también sorprendente, por el tamaño
y la originalidad del diseño.
Y de ahí a Estocolmo, el camino lindísimo, como de cuento, todo verde,
las casitas de campo ordenaditas, la carretera excelente, bermas que
parecen terceras pistas, y los suecos que manejan excepcionalmente
bien. Todo como debe ser, todos por la derecha, sin molestar a nadie,
sin hacer idioteces. Maravilloso. Eso ayuda mucho a que el trayecto no
se haga pesado.
Paramos a echar bencina y había un Burguer King, ahí supe que mi
futuro, al menos en Suecia, estaba asegurado.
Yo pensaba que haberme entrenado en manejar moto en Chile ha sido la
mejor escuela. Con unos 20 viajes por la "autopista" del sol, una
queda lista para venirse al mejor barrio de Europa , como llama mi
hijo a esta zona.
Como siempre ando preparada para la imprudencia, los autos a 1 por
hora, los huasos andando por la izquierda, los que no dejan pasar, los
que se pican cuando pasas al lado, los hoyos, y todas las demás
vicisitudes propias de los caminos chilenos, con las cuales uno
convive con total normalidad, manejar acá es super relajado.
Al llegar a Estocolmo la cosa se complicó un poco porque la española
no habló un buen rato y nos anduvimos perdiendo entre las islas y los
puentes de este laberinto flotante. Eso fue bueno porque igual uno se
familiariza con la ciudad al recorrerla. Ya desde ese primer vistazo,
se veía todo ordenado, el tráfico fluído a pesar de ser hora peak,
martes a las 7 de la tarde, la torres altísimas de iglesias y
edificios públicos.
Mucho mas bonito de lo que esperaba. Cuando la española volvió,
llegamos al hotel sin problemas, salvo porque tuvimos que meternos pr
el camino de las bicicletas...
Las habitaciones, también, mucho mas de lo que esperaba por el precio
que pagamos. Además estacionamiento privado y desayuno incluido, ey
wifi y al lado de Gamla Stan, el centro y casco antiguo de Estocolmo,
para irse caminando.
Ese dia nos cambiamos ropa y fuimos a comer algo por ahí cerca, y al
otro día, proyectado para quedarnos en la ciudad, recorrerla
apropiadamente
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